domingo, 30 de mayo de 2010

El rincón cubano (o austríaco)

En el año 2000 el pensador francés Jean François Revel, recientemente fallecido, denunciaba en su impecable ensayo La gran mascarada cómo la izquierda intelectual, tras la caída del régimen totalitario soviético, lejos de hacer autocrítica y aceptar el hecho consumado del fracaso de la utopía socialista, culpabilizaba al liberalismo y al capitalismo de los males acaecidos tras la Segunda Guerra Mundial. Lo sorprendente es que esta interpretación de la Historia triunfó en determinados ámbitos culturales y finalmente se extendió entre amplios sectores de la sociedad. Poco importaban los millones de muertos y deportados del comunismo, ni la falta de libertad ni la pobreza igualatoria a la que sometían a los pueblos. La intención, creían algunos, era buena. Todo se hacía para crear una sociedad más justa.




El escritor inglés Martin Amis en su obra Koba el Temible: La risa y los veinte millones ha estudiado la impostura de los intelectuales europeos, como Bertold Brecht, que en pleno auge del exterminio estalinista soviético -denunciado con anterioridad por Alexander Solzhenistyn en su sobrecogedor Archipiélo Gulag y más recientemente por El libro negro del comunismo- justificaron, en medio de odas a Stalin, la masacre petrada por los sicarios de la dictadura del proletariado.


En España tenemos varios ejemplos de escritores que no dudaron en poner su pluma al servicio del tirano cuando ya eran conocidos los asesinatos masivos del régimen soviético. Seguro que conocían las denuncias públicas que del régimen estalinista habían realizado en los años veinte y treinta varios intelectuales de izquierda, pero con pincipios humanistas, que comprobaron de primera mano -habían viajado a la URSS- los excesos de la Revolución. El anarquista Angel Pestaña, fundador del Partido Sindicalista, y el socialista Fernando de los Ríos, del sector decente del PSOE, minoritario frente al largocaballerismo, denunciaron la deriva totalitaria del comunismo. También lo hizo el escritor francés André Gide. A pesar de estos informes, poetas como Rafael Alberti o el cordobés Juan Rejano vieron en el dictador poco menos que un benefactor de la Humanidad. Juan Rejano en 1949 llegó a escribir un "Canto jubilar a Stalin" del que entresaco los siguientes versos:

Patriarca del fuego que a los hombres levanta,
árbol de roja frente donde anida la paz,
escudo y verbo de la Revolucón:
mis brazos
tienden un arco hasta tu pecho,
de olivas y laureles españoles,
te rodea mi fe como una hueste,
a ti mis sueños van:
yo te saludo,
cada ilustre de Lenin,
cuando el sol de la gloria sobre tus hombros posa (...)
Oye, Stalin, el vuelo cordial de las palomas
que a tu nido solar van a posarse.
En cada fibra de la tierra un labio
desgrana su alegría al recordarte.
Un color, un acorde, un clavel vivo
en cada poro de este día nace (...)

Mientras el totalitarismo nazi es rechazado unánimemente, como no podía ser de otra manera, por la opinión pública y publicada, el comunismo sigue teniendo sus justificaciones e incluso aún es considerado por ciertos sectores de gran influencia mediática (cineastas, escritores, periodistas, músicos...) como una ideología cercana a la filantropía. Todo lo más, conceden ciertos "errores" en la aplicación de unas ideas que tienen por bieneintencionadas. Sin duda, no han leído o lo han hecho, pero lo han querido olvidar, el interesante estudio de Friederich Hayek Camino de servidumbre en el que equiparaba ambos regímenes como contrarios a la sociedad abierta de la que hablaba Karl Popper. Los estudios de este liberal austriaco crearon escuela y los franceses Raymon Aron -Ensayo sobre las libertades- y François Furet -Fascismo y comunismo- o el alemán Ernst Nolte -El fascismo en su época- aportaban datos y argumentos que demostraban el tronco común del que partían fascismo y comunismo, dos idelologías colectivistas nacidas del reverso de la modernidad y ambas enfrentadas ideológica y antropológicamente al liberalismo. La obra arriba reseñada de Jean François Revel no hace sino seguir, tras la caída del Muro de Berlín, esta interesante línea de investigación e interpretación histórica.




¿Y a qué vienen estas reflexiones sobre la naturaleza del comunismo y su hermano en el crimen, el nazismo? Pues ustedes verán. En estos días celebramos en Córdoba la Feria ya tradicional de Nuestra Señora de la Salud y como todos los años una de las casetas más exitosas es la del Rincón cubano, famosa por sus mojitos. La caseta en cuestión es abiertamente procastrista. En efecto, la hoz y el martillo comparte espacio con loas a la revolución que tiene convertida la isla en una cárcel y exiliada a la mitad de la población. Pero nadie se escandaliza de que en la feria cordobesa haya una caseta que hace apología de una sanguinaria dictadura. Todo lo contrario, su éxito va en aumento. ¿Se imaginan ustedes una caseta llamada Rincón austriaco en la que la protagonista no solo fuese la cerveza bávara sino la cruz gamada y carteles del III Reich? ¿Inconcebible, verdad? Afortunadamente sí. Pues a mí me resulta igualmente inconcebible la presencia de esta simbología antidemocrática que atenta contra los valores de las sociedades libres por mucho que se presente de forma festiva envuelta en música caribeña y ron cubano. Explicar esto a las jóvenes generaciones sí que sería Educación para la Ciudadanía, ¿no creen?