jueves, 29 de mayo de 2008

El rincón cubano (o austriaco)

En el año 2000 el pensador francés Jean François Revel, recientemente fallecido, denunciaba en su impecable ensayo La gran mascarada cómo la izquierda intelectual, tras la caída del régimen totalitario soviético, lejos de hacer autocrítica y aceptar el hecho consumado del fracaso de la utopía socialista, culpabilizaba al liberalismo y al capitalismo de los males acaecidos tras la Segunda Guerra Mundial. Lo sorprendente es que esta interpretación de la Historia triunfó en determinados ámbitos culturales y finalmente se extendió entre amplios sectores de la sociedad. Poco importaban los millones de muertos y deportados del comunismo, ni la falta de libertad ni la pobreza igualatoria a la que sometían a los pueblos. La intención, creían algunos, era buena. Todo se hacía para crear una sociedad más justa.




El escritor inglés Martin Amis en su obra Koba el Temible: La risa y los veinte millones ha estudiado la impostura de los intelectuales europeos, como Bertold Brecht, que en pleno auge del exterminio estalinista soviético -denunciado con anterioridad por Alexander Solzhenistyn en su sobrecogedor Archipiélo Gulag y más recientemente por El libro negro del comunismo- justificaron, en medio de odas a Stalin, la masacre petrada por los sicarios de la dictadura del proletariado.


En España tenemos varios ejemplos de escritores que no dudaron en poner su pluma al servicio del tirano cuando ya eran conocidos los asesinatos masivos del régimen soviético. Seguro que conocían las denuncias públicas que del régimen estalinista habían realizado en los años veinte y treinta varios intelectuales de izquierda, pero con pincipios humanistas, que comprobaron de primera mano -habían viajado a la URSS- los excesos de la Revolución. El anarquista Angel Pestaña, fundador del Partido Sindicalista, y el socialista Fernando de los Ríos, del sector decente del PSOE, minoritario frente al largocaballerismo, denunciaron la deriva totalitaria del comunismo. También lo hizo el escritor francés André Gide. A pesar de estos informes, poetas como Rafael Alberti o el cordobés Juan Rejano vieron en el dictador poco menos que un benefactor de la Humanidad. Juan Rejano en 1949 llegó a escribir un "Canto jubilar a Stalin" del que entresaco los siguientes versos:

Patriarca del fuego que a los hombres levanta,
árbol de roja frente donde anida la paz,
escudo y verbo de la Revolucón:
mis brazos
tienden un arco hasta tu pecho,
de olivas y laureles españoles,
te rodea mi fe como una hueste,
a ti mis sueños van:
yo te saludo,
cada ilustre de Lenin,
cuando el sol de la gloria sobre tus hombros posa (...)
Oye, Stalin, el vuelo cordial de las palomas
que a tu nido solar van a posarse.
En cada fibra de la tierra un labio
desgrana su alegría al recordarte.
Un color, un acorde, un clavel vivo
en cada poro de este día nace (...)

Mientras el totalitarismo nazi es rechazado unánimemente, como no podía ser de otra manera, por la opinión pública y publicada, el comunismo sigue teniendo sus justificaciones e incluso aún es considerado por ciertos sectores de gran influencia mediática (cineastas, escritores, periodistas, músicos...) como una ideología cercana a la filantropía. Todo lo más, conceden ciertos "errores" en la aplicación de unas ideas que tienen por bieneintencionadas. Sin duda, no han leído o lo han hecho, pero lo han querido olvidar, el interesante estudio de Friederich Hayek Camino de servidumbre en el que equiparaba ambos regímenes como contrarios a la sociedad abierta de la que hablaba Karl Popper. Los estudios de este liberal austriaco crearon escuela y los franceses Raymon Aron -Ensayo sobre las libertades- y François Furet -Fascismo y comunismo- o el alemán Ernst Nolte -El fascismo en su época- aportaban datos y argumentos que demostraban el tronco común del que partían fascismo y comunismo, dos idelologías colectivistas nacidas del reverso de la modernidad y ambas enfrentadas ideológica y antropológicamente al liberalismo. La obra arriba reseñada de Jean François Revel no hace sino seguir, tras la caída del Muro de Berlín, esta interesante línea de investigación e interpretación histórica.




¿Y a qué vienen estas reflexiones sobre la naturaleza del comunismo y su hermano en el crimen, el nazismo? Pues ustedes verán. En estos días celebramos en Córdoba la Feria ya tradicional de Nuestra Señora de la Salud y como todos los años una de las casetas más exitosas es la del Rincón cubano, famosa por sus mojitos. La caseta en cuestión es abiertamente procastrista. En efecto, la hoz y el martillo comparte espacio con loas a la revolución que tiene convertida la isla en una cárcel y exiliada a la mitad de la población. Pero nadie se escandaliza de que en la feria cordobesa haya una caseta que hace apología de una sanguinaria dictadura. Todo lo contrario, su éxito va en aumento. ¿Se imaginan ustedes una caseta llamada Rincón austriaco en la que la protagonista no solo fuese la cerveza bávara sino la cruz gamada y carteles del III Reich? ¿Inconcebible, verdad? Afortunadamente sí. Pues a mí me resulta igualmente inconcebible la presencia de esta simbología antidemocrática que atenta contra los valores de las sociedades libres por mucho que se presente de forma festiva envuelta en música caribeña y ron cubano. Explicar esto a las jóvenes generaciones sí que sería Educación para la Ciudadanía, ¿no creen?

miércoles, 28 de mayo de 2008

La cena



El pasado fin de semana tuve la suerte de asistir a La cena , la última genialidad de Els Joglars. La noche fue redonda. Hasta el último momento no saqué la entrada pues ese día me iba a ser imposible asistir, pero finalmente arreglé unos asuntillos que tenía pendientes y me acerqué a las taquillas del Gran Teatro pensando que habría localidades más que suficientes, dadas las posturas políticas y sociales mantenidas por Albert Boadella y su grupo en los últimos años. Cuál fue mi sorpresa al ser informado de que sólo quedaban algunas localidades libres de paraíso. Por supuesto compré mi entrada, faltaría más. Al interés por ver la última provocación de Els Joglars se unía la curiosidad por comprobar quiénes seguían fieles a este mítico grupo catalán, acosado en los últimos tiempos por el nacionalismo intransigente y despreciado por esa progresía cutre que en otros tiempos lo aupaba.



Boadella no ha cambiado, siempre ha estado en lo mismo, en la denuncia del fariseísmo, del acoso a la libertad individual, de la imposición irracional, venga de donde venga. Pero los progres, acompañados de los aldeanos nacionalistas, ocupan ahora el poder y el discurso de valores dominantes es el suyo. Resultado: El Joglars es ahora molesto y políticamente incorrecto. Pero resulta que no todos se han enterado de este cambio. Claro, como sólo leen El País y escuchan la Ser, desconocen que Albert Boadella decidió no hace mucho exiliarse de Cataluña donde el ambiente cultural es asfixiante y el político irrespirable.



En el Gran Teatro se dieron cita muchos progres de pasarela vistiendo sus mejores galas (camisetas de no a la guerra, indumentaria rigurosamente negra...). Era todo un espectáculo contemplar la evolución de sus rostros y el movimiento de sus posaderas conforme avanzaba la representación. Alguno que otro incluso abandonó su localidad antes del final. No daban crédito a lo que estaban viendo. ¡Els Joglars ya no era uno de ellos! A todos estos progres les recomiendo que abandonen por unos días la lectura de Suso de Toro, Saramago o Benedetti y, dejando atrás sus anteojeras ideológicas, se sumerjan en las Memorias de un bufón de Boadella, un excelente libro en el que, además de disfrutar de una prosa vibrante y rica en registros, encontrarán argumentos más que razonables para poner en cuestión los débiles fundamentos ideológicos que sostienen el pensamiento débil -Finkelkraut dixit- de una izquierda a la deriva.



La cena denuncia las nuevas formas de totalitarismo, la imposición de un discurso que no admite matices y adopta rostros amables que esconden un peligroso modelo social en el que solo cabe la sumisión y no hay lugar para la reflexión y el espíritu crítico. El ecologismo, el pacifismo, el tercermundismo, convertidos en ideologías excluyentes, constituyen la nueva religión del progresismo. En un momento de la obra se puede escuchar la famosa cita de Chesterton "cuando el hombre deja de creer en Dios empieza a creer en cualquier cosa". En efecto, los apóstoles del cambio climático, los nuevos clérigos del "miedo ambiente" exigen de los ciudadanos creencias, adhesiones inquebrantables a la causa. Su discurso apocalíptico y su doctrina ordenancista se construye invocando razones superiores a la libertad individual como puede ser la salvación del planeta, como también ha denunciado el Instituto Juan de Mariana. La hipocresía de los que no paran de predicar contra el "cambio del clima climático", como diría Moratinos, se suma a otras imposturas que definen el nuevo talante posmoderno.





La obra se inicia con la preparación de una cumbre internacional sobre cuestiones climáticas celebrada en un Parador Nacional, y en la que el Gobierno español se responsabiliza de la cena de clausura. A partir de aquí se producen una serie de guiños al espectador que asiste a todo un ritual religioso celebrado en el altar de los nuevos dioses laicos. La sátira está servida. La nueva gastronomía, el negocio del ecologismo y la adulterada industria del ocio subvencionado se ponen en solfa. Como siempre, el sacrificado será el ser humano concreto al que no se duda en aniquilar en nombre de la Humanidad abstracta. Las palabras rimbombantes en mayúscula y vacías de contenido vuelven a eclipsar hoy como ayer la libertad del ciudadano cuya única arma es el sentido común. Nos lo explica el propio autor:

Vivimos la época de mayor esplendor de Tartufo. El gran personaje de Moliére tiene hoy su máxima expansión en nuestra sociedad. Raudales de palabras altisonantes y una ostentación pública de filantropía son las señas de identidad de una época exhibicionista que se finge magnánima.

Por cierto, Albert Boadella fue homenajeado recientemente por la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES) en reconocimiento a su trayectoria profesional y a su intachable defensa de la Libertad. Y defender hoy la Libertad es defender la idea de España. Los nacionalismos y sus proyectos totalitarios así lo confirman.

Su compromiso ciudadano le ha llevado a militar en Ciudadanos y posteriormente en UPD, el partido fundado y liderado por Rosa Díez. Vean y escuchen. Sobran los comentarios.







domingo, 25 de mayo de 2008

Ab ipso ferro

"Ab ipso ferro" es algo más que un título. El sintagma latino procede de la Oda IV, 4 de Horacio, versos 57-60. Ahí el poeta latino expone que los romanos se recuperan de sus derrotas, y emergen con fuerzas renovadas, al igual que la encina rebrota con vigor redoblado tras ser podada a hierro, es decir, por el mismo hierro con que la adversidad hiere al hombre, recobra éste nuevas fuerzas:

duris ut ilex tonsa bipennibus
nigrae feraci frondis in Algido,
per damna, per caedis ab ipso
ducit opes animumque ferro

Como la encina, podada por las duras hachas,
de negra fronda, en el fértil Álgido,
a pesar de daños y cortes, del mismo
hierro toma fuerzas y vigor.

Fray Luis de León parafraseó y comentó estos versos horacianos en varios lugares de su obra. Inlcuso el escudo que utilizó para ilustrar algunas portadas de sus libros está inspirado en estos versos. Se trata de un escudo ovalado en el que aparece un árbol con ramas podadas y otras sin cortar y llenas de hojas; al pie, hay un hacha y rodeándolo todo el lema ab ipso ferro . Por el tono desafiante de este escudo fue denunciado Fray Luis por la Inquisición en 1580.
La primera vez que lo utiliza es en la edición de su Comentario al Cantar de los Cantares. En su Oda XII (A Felipe Ruiz), vv. 31-40, introduce una traducción parafrástica de los versos horacianos:

Bien como la ñudosa
carrasca, en alto risco desmochada
con hacha poderosa,
del ser despedazada
del hierro torna rica y esforzada;
querrás humilde y crece
mayor que de primero y, si porfía
la lucha, más florece
y firme al suelo invía
al que por vencedero ya se tenía