miércoles, 19 de noviembre de 2008

De una santa y una cúpula.


La noticia de la negativa de los grupos parlamentarios del Partido Socialista, Izquierda Unida y Esquerra Republicana de Cataluña a colocar una placa conmemorativa en el edificio parlamentario donde estuvo la casa natal de la monja Santa Maravillas de Jesús constituye un capítulo más de la hemiplejia política en la que están instalada la izquierda. El pasado 4 de noviembre la Mesa del Congreso acordó por unanimidad, a propuesta del vicepresidente tercero, el diputado del PP Jorge Fernández Díaz, colocar dicha placa en el edificio anexo al Congreso "haciendo explícita mención en el acta de que la placa no respondía a otras motivaciones distintas a la notoriedad de la religiosa y a las circunstancias que unían a su familia con el Parlamento... para dejar constancia de que en él vivió una familia entre cuyos miembros hubo dos presidentes del Congreso, un presidente del Senado y una hija de éste, Maravillas de Jesús, que alcanzó notoriedad por su canonización reciente", aclaró el presidente del Congreso, José Bono. Días después se convoca una reuniíon urgente de la Mesa para revocar el acuerdo pues, se alega, puede ser ofensiva y atenta contra la laicidad del Estado.
¿A quién puede ofender la colocación de una placa en honor de una madrileña que entregó su vida al servicio de los más desfavorecidos? Claro, el problema es que era religiosa y eso en la sociedad totalitaria que algunos pretenden construir es imperdonable. Si hubiera sido sindicalista o feminista todo sería diferente. De hecho en el Congreso existe una placa dedicada a Clara Campoamor, precursora del voto femenino quien, por cierto, tuvo que salir huyendo del Madrid republicano (si se enteran ciertos ignorantes, lo mismo le retiran la placa). Los sectores más beligerantes de la izquierda no cesan en su empeño de perseguir, silenciar o arrinconar todo sentimiento religioso de caracter trascendente. Sus intenciones son claras. Pretenden eliminar una religión como la católica, que hoy es libremente practicada por sus fieles, para imponernos la suya, la religión laicista, en una obra de calculada ingeniería social. Esta religión laicista mimetiza muchos de los rasgos de identidad de las religiones tradicionales. Así, crean la asignatura de Educación para la Ciudadanía para adoctrinar en el catecismo socialista, asignatura que a diferencia de la Religión es obligatoria en las escuelas. La religión laicista tiene sus predicadores, ubicados en los nuevos púlpitos que ahora son los medios de comunicación; sus oficiantes, esa casta política y sindical parasitaria que vive a cuerpo de rey de los presupuestos generales; sus gestos, el dedo arqueado sobre la ceja; sus corifeos, esa legión de titiriteros que vive de la subvención e incluso construyen sus catedrales en honor de la Santísima Alizanza de las Civilizaciones. La faraónica cúpula multicolor de Miquel Barceló ha costado, en tiempos de crisis, 20 millones de euros, siendo pagada en parte -qué vergüenza- con el dinero destinado a la ayuda al desarrollo.
Dudo que la presencia en el Congreso de una placa que recuerda que allí vivió la Madre Maravillas pueda ser ofensiva para el ciudadano de a pie, es decir, para el que paga impuestos, ese ciudadano que no se preocupa a diario de sembrar la semilla del odio, pero no me cabe la menor duda de que a muchos españoles sí que nos ha ofendido, y de qué manera, el despilfarro de dinero público a mayor gloria de Zapatero y de su proyecto, laicista, totalitario y megalómano.


sábado, 8 de noviembre de 2008

Tres películas















Estos días coinciden en las carteleras españolas tres películas que tienen en común la virtud de romper con el discurso políticamente correcto que desde el Poder, a través de sus múltiples terminales mediáticas, se nos está imponiendo, sin la adecuada respuesta ciudadana. Casi nadie discute en esta España nuestra de complejos, medias verdades y servidumbres, que el compromiso del arte, y en especial del cine, sólo es posible si el artista toma partido en la defensa de aquellos valores identificados ideológicamente con la izquierda. Recuerden las galas de los Goya y el numerito que año tras año nos montan los "rebeldes" de salón que financian sus sueños revolucionarios a cargo de los presupuestos generales, es decir, de todos nosotros. Si un director no entra en este juego, será sospechoso de colaboracionsimo con no sé qué, será tildado de reaccionario o neocon que es el nuevo insulto político ideado por los progres. Aunque parezca increíble, en España hay un cine más allá del maniqueísmo guerracivilsta, del machacón trauma sexual, de la violencia gratuita, del canto a la cultura de la muerte y otras lindezas a las que por desgracia estamos habituados.
Tres películas irrumpen con desiguales dificultades a la hora de su distribución y promoción en los medios de comunicación. Se trata de Sangre de mayo de José Luis Garci, un impresionante fresco del nacimiento de la Nación española como expresión política de un pueblo firme en la búsqueda de su libertad; El infierno vasco de Iñaki Arteta, emotivo documental sobre el exilio al que el nacionalismo vasco tiene sometido a la mitad de la población y Bella, opera prima del director Alejandro Gómez Monteverde, protagonizada y producida por el controvertido actor mexicano José Eduardo Verástegui quien, rechazando fama y dinero, está entregado en cuerpo y alma a realizar una interesante y conmovedora campaña de concienciación contra el aborto. Bella es una película que habla de la dignidad humana, de la defensa del mundo latino en Estados Unidos, de la vida como un don sagrado que hay que preservar.

El orgullo de sentirse ciudadanos de una gran Nación llamada España, la lucha por la libertad y la dignidad de las víctimas frente al totalitarismo nacionalista así como la defensa de la vida desde su concepción frente a la cultura de la muerte, nos sitúan ante un cine diferente que a muchos nos llena de emoción y cuyos valores no cotizan en el mercadeo de la mediocridad política, social e intelectual en la que estamos, por desgracia, instalados. No lo duden, acudan si pueden a ver estar películas y saldrán reconfortados. Un buen antídoto frente al pesimismo generalizado y al desetimiento.

Sangre de mayo



Bella



El infierno vasco


miércoles, 5 de noviembre de 2008

American dream


La meritoria victoria de Obama es un triunfo indudable del modelo político y social americano. Las interpretaciones que estamos leyendo y escuchando estos días en los medios de la progresía están muy alejadas de la auténtica trascendencia de esta jornada electoral. Creen, en su persistente ingenuidad, que la victoria de Obama traerá poco menos que esa revolución pendiente que ellos sólo han sido capaces de realizar en sus delirantes onanismos políticos. El sistema político americano no permite cambios bruscos ni aventuras extravagantes, como por desgracia ocurre en España, pues los principios que cimentan la democracia y la unidad de la Nación no están en entredicho. Las apelaciones de los candidatos al orgullo patrio y a la unidad del pueblo americano distan mucho del oportunismo de nuestra clase política. Además están libres del virus nacionalista y los dos grandes partidos políticos, no financiados por el Estado, ejercen la democracia interna y el debate de ideas sin el sentido jerárquico que conocemos por estos pagos.

De ahí que hacer una lectura del resultado electoral en clave española carezca de sentido. Obama, por suerte para los estadounidenese no es Zapatero, ni Rajoy, por desgracia para nosotros, es MacCain. La grandeza de los discursos de Obama y MacCain tras conocerse los resultados definitivos, alejado del triunfalismo uno y con la grandeza del perdedor otro, ambos con alta dosis de patriotismo, son toda una lección de la que tienen que aprender la casta política que en España está empeñada en convertir la democracia en partitocracia. La victoria de Obama, como muy bien ha señalado su oponente, supone , en época de crisis, la revitalización de la democracia pues el ciudadano, en un sistema electoral no viciado como el proporcional español, percibe que con su voto pueden cambiar las cosas. El modelo de gestión económica y política del presidente Bush es cierto que estaba fracasando y ambos candidatos se presentaban al electorado con aires de cambio. ¿Se imaginan ustedes a un candidato español del PP o PSOE, como ha hecho MacCain, crítico con el presidente del Gobierno de su partido y reconociendo públicamente los valores de su adversario? En Estados Unidos todo es posible. Esta fue la máxima de los padres fundadores de la Nación Americana. El "american dream", el sueño americano, tenía que culminar con el nombramiento del primer presidente de raza negra. Los afroamericanos que tanto han contribuido a construir esta gran Nación, a pesar de la segregación racial que han padecido durante décadas, han visto cumplido por fin su sueño. Independiente de los matices que puedan diferenciar las apuestas políticas e ideológicas de ambos candidatos, estas elecciones pasarán a la Historia como la culminación de ese sueño americano que ha hecho de los Estados Unidos un referente en la defensa de la libertad y la iniciativa individual. Guarden, pues, sus alegrías los antiamericanos de salón. No esperen la ruptura de la continuidad del modelo político, social y económico estadounidense. Es una Nación que seguirá siendo fiel a sí misma, no lo duden.

Felicidades al pueblo americano. Una vez más ha triunfado, da igual quien ganase las elecciones, la democracia, el liberalismo y la sociedad abierta, de la que hablaba Popper, que hace más de dos siglos supieron edificar, defendieron con su sangre frente a los totalitarismos del siglo XX y hoy siguen construyendo.