lunes, 25 de marzo de 2013

Orígenes del fascismo

Por su interés reproduzco la reseña que sobre el libro El nacimiento de la ideología fascista de Zeev Stemhell (Siglo XXI editores) publiqué en 1995 en el periódico "La Información de Córdoba"


Extensa es, sin duda, la bibliografía que en los últimos cuarenta años ha suscitado el fenómeno político y social del fascismo. Pero no menos cierto es que muchos de estos estudios se han acercado al tema con una evidente falta de rigor y con un apasionamiento que entorpece la serena reflexión que exige la investigación histórica. El documentado, y ya clásico, trabajo de Emst Nolte, El Fascismo (1970), unido al reciente y exitoso libro del historiador estadounidense Stanley G, Payne, han servido para delimitar las características de este movimiento político al que con frecuencia se apela, sin atender a su especificidad ideológica, para definir actitudes y comportamientos que nada tienen que ver con su naturaleza. El conocimiento de los antecedentes, influencias culturales, circunstancias históricas y peculiaridades políticas que rodearon la aparición del fascismo es el mejor antídoto, que desde la seriedad de la ciencia humanística, puede contrarrestar el extendido mal de la subcultura posmoderna de eslóganes y frases hechas.
 
A esta necesaria labor de reconstrucción ha contribuido Zeev Stemhell, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y conocido por sus interesantes trabajos acerca de los orígenes del fascismo galo -Maurice Barré et le nationalisme francés (1985), Les genes francais du Fascisme (1984)-ingente tarea investigadora de Stem ha culminado con la publicación de Los orígenes de la ideología fascista, un apasionante estudio, acompañado de una completísima bibliografía, sobre los precedentes más remotos del fascismo que, en la convulsa Europa de principios de siglo, se identifican con la izquierda revisionista. Con esta obra, Stemhell viene a llenar un vacío en la historiografía sobre el fascismo, generalmente más preocupada por la personalidad de Mussolini y por la evolución ideológica del fascismo en el poder, como lo demuestran las obras de Angelo Tasca El nacimiento del fascismo (1967) y Philip Rees Fascismo y pre-fascismo (1984). Sin embargo, hasta el momento, no existían trabajos serios sobre el eslabón perdido que iba de sindicalismo revolucionario de principios de siglo, heredero del revisionismo soreliano del marxismo, hasta la constitución de los primeros "fascios" pasando previamente por la síntesis del sindicalismo nacional.

 
            El autor, como punto de partida, rompe con dos ideas que tradicionalmente han sido aceptadas por los estudiosos del fascismo y que dificulta su comprensión. Por un lado, desmiente a Nolte quien agrupó en un mismo estudio fascismo y nazismo, sin tener en cuenta que el fundamento de aquél no es el racismo y por otro, demuestra que "el fascismo no es sólo un subproducto de la Gran Guerra, un simple reflejo de defensa de la burguesía ante la crisis de la posguerra", sino la culminación de la rebelión cultural gestada contra la Ilustración y la Revolución Francesa y que, en nombre de una revolución comunitaria y anti individualista, hunde sus raíces en el socialismo revolucionario, superador tanto del reformismo pactista de los partidos socialistas occidentales como del materialismo marxista.
            En la primera parte del libro se analiza con profundidad los fundamentos teóricos de la revisión antimaterialista que del marxismo hizo el francés Georges Sorel y su influencia en los teóricos del sindicalismo francés: Berth, Georges Valois y Hubert Lagardelle. El autor de Reflexiones sobre la violencia sustituye los fundamentos racionalistas, hegelianos, del marxismo, por la nueva visión de la naturaleza humana que proclama Le Bon, el anticartesianismo de Bergson, la rebelión de Nietzche y la sociología de Pareto. Sorel es consciente de que el libre juego de las fuerzas esconómicas es incapaz de desencadenar el proceso revolucionario, de ahí que las fuerzas del insconsciente y de la razón sean los nuevos motores de trnasformación. El mito -la huelga general y la violencia proletaria- se convierte en un elemento esencial de guerra moral contra el orden establecido. Así es como Sorel culmina su corrección, nunca su negación, de Marx; introduciendo elementos irracionales en el marxismo.

 
            La parte central del libro profundiza en la influencia de las ideas sorelianas en la Italia de principios de siglo. Un grupo de militantes del Partido Socialista Italiano, Arturo Labriola, Leone y Alceste DeAmbris, rompen en 1907 con la organización a causa del triunfo de las tesis reformistas que, al igual que ocurrión con Berstein en Alemania y Jaurés en Francia, dieron el control del partido al moderado Fillipo Turati. Crean el sindicalismo revolucionario que aporta una dimensión científica a las tesis sorelianas y plantea la sustitución de la lucha de clases por la sociedad de productores libres basada en la autogestión. Con el tiempo, el sindicalismo revolucionario se irá haciendo nacional, al darse cuenta algunos de sus más significativos teóricos -Pannuzzio, Lanzillo, Olivetti-, de la necesidad de crear un nuevo tipo de estructura política, más adaptada a los problemas de una sociedad en vías de industrialización productiva, más consagrada a la Nación que a la clase. El sindicalismo revolucionario se ha hecho patriota y abraza el principio de solidaridad nacional. Esta nueva orientación, unida a la derrota del socialismo pacifista de Hervé frente al socialismo belicista de Labriola y Orano, hace que se produzcan los primeros contactos entre nacionalismo y sindicalismo, propiciados por Enrico Corradini. Gran parte de los postulados de la síntesis socialista-nacional serán posteriormente asumidos por el primitivo fascismo, tercera vía superadora del liberalismo y del marxismo. Rechaza el parlamentarismo, aunque respeta las leyes de mercado, del primero y, desde la crítica antimaterialista, incorpora del marxismo la idea de la violencia como motor de la historia.

 
       En la última parte del libro, junto a in interesante estudio de la confluencia entre la incipiente ideología fascista y la evolución cultural y antirracionalista propuesta por el futurismo, se analiza la figura, de Mussolini como último eslabón de un largo proceso que culminará con la creación del Partido Nacional Fascista. La personalidad y relevancia de Mussoliní -importante figura del socialismo italiano, director de "Avanti" y Fundador de "II Popolo de Italia"- lo convierte en el elemento aglutinante de las diferentes familias de la izquierda no-reformista y antimaterialista. Pero su progresivo acercamiento a las tesis nacionalistas de derechas le irán alejando de los postulados del sindicalismo revolucionario. En 1920, con el fascismo en el poder, quedan proscritos todos los elementos de origen socialista y significativos sindicalistas, como el ya nombrado De Ambris, emprenden el camino del exilio el comprobar que el movimiento se estaba transformando en un instrumento antirrevolucionario manipulado por la burguesía. De este modo, lo que pudo ser una alternativa superadora de las estrecheces de marxismo y liberalismo se convirtió, al establecer compromisos con las fuerzas sociales presentes, en un régimen autoritario y deshumanizador, de corte más tradicionalista que revolucionario. Comienza así la dictadura unipersonal de Benito Mussolini. Pero esa es otra historia...  (La Información de Córdoba 17 de septiembre de 1995).

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