Una imagen vale más que mil palabras. Sobretodo cuando las mil palabras están cargadas de traición (a los valores), engaño (a los votantes), desprecio (a los auténticos), insulto (a la inteligencia), ambigüedad (frente al nacionalismo), complejo (frente a la progresía).
En medio de la desconfianza que actualmente genera la clase política y del desistimiento que anida en un número cada vez mayor de ciudadanos, el gesto de Santiago Abascal nos reconcilia con lo más sano del compromiso político. Sus manos, derecha e izquierda, representan a las de millones de españoles que con la misma firmeza romperían con el totalitarismo nacionalista afirmando los valores inseparables de España y la Libertad, por los que han dado su vida cientos de compatriotas, víctimas ayer del terrorismo y hoy del olvido, cuyo sacrificio a algunos nos llena de orgullo. Santiago Abascal lleva muchos años defendiendo la dignidad de un pueblo -el español - que se niega a ser pisoteado por una minoría que pretende impedir que España se consolide como una gran Nación de ciudadanos libre e iguales. ¿Qué son los sorayos, lasallos o lacayos comparados con Santi Abascal, María San Gil, Regina Otaola, Iciar Lamaraín o Pilar Elías? Hay mucho en juego en la actual situación del Partido Popular. Si triunfa la actual dirección, y su línea conciliadora con los que nos niegan como Nación, culminará con éxito, ante la falta de oposición política, la liquidación del actual modelo constitucional, la ruptura de la igualdad de los españoles y la claudicación definitiva ante los delirantes sueños de los secesionistas. Supondría el triunfo definitivo del "nuevo régimen" que desde hace cuatro años está propiciando el actual inquilino monclovita. Somos muchos los españoles que confiamos en que políticos como Santiago Abascal no permitan que se perpetre semejante atentado contra la democracia, la Libertad, la Nación y el sentido común.
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