martes, 23 de agosto de 2011

Qui prodest, Alfredo?

Hay que cambiar el modelo de Estado. Es evidente. La crisis económica que padecemos ha llevado al debate político la necesidad de replantearse la organización territorial del Estado. Algunos hace bastantes años venimos advirtiendo que esta situación es insostenible, no sólo por el alto coste que supone, sino también por la ineficacia demostrada y, por supuesto, por el imparable proceso de desvertebración nacional. La existencia de cinco administraciones -municipal, provincial, autonómica, central y europea- no ha redundado en un mejor servicio al ciudadano de a pie; a quien ha beneficiado es a los partidos políticos que las han usado para repartirse el poder y colocar a los suyos para seguir viviendo de la cosa pública como demuestran las auditorías que se están realizando. La mayoría electoral socialista en los ayuntamientos, especialmente en municipios pequeños, le ha dado al PSOE en las últimas décadas el control de la mayor parte de las Diputaciones provinciales que han utilizado en beneficio propio. El vuelco electoral que se produjo en las elecciones del pasado mayo ha cambiado el paisaje. El PP domina la mayor parte de las Diputaciones, incluso en Andalucía y Extremadura, algo hasta hace poco impensable.


Nunca habíamos oído a los dirigentes del PSOE hablar de reformas en el modelo de Estado y ahora el candidato Rubalcaba se muestra partidario eliminar las Diputaciones. Precisamente en febrero, tres meses antes de las elecciones municipales, el grupo socialista en el Congreso defendía sus existencia en el debate sobre el Estado de la Nación. De hecho rechazaron la propuesta del BNG y ERC que pedían la supresión de las corporaciones provinciales. La propuesta de Rubalcaba sustituiría las Diputaciones por consejos de alcaldes. Estos consejos estarían presididos por un alcalde, elegido por el resto de los regidores. Preguntado por qué ha pasado de defender la existencia de estas Diputaciones a realizar ahora esta propuesta, Pérez Rubalcaba, con la desfachatez que le caracteriza, ha contestado escueto: "Porque las cosas cambian". Una vez más los políticos adaptan su discurso al interés partidista y no al interés general. Llegará un momento en que la sociedad diga basta a este oportunismo que hace que aumente cada vez más la desafección ciudadana hacia la clase política y, lo que es más grave, hacia la democracia.

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